La DANA del 29 de octubre afectó en mayor o menor medida a 115 centros educativos públicos, que contaban con 48.721 alumnos, según cifras de la Conselleria de Educación. El curso escolar quedó interrumpido prácticamente en toda la zona afectada y su reanudación fue muy desigual, de manera que, como norma general, se suele hablar de un curso perdido y se equipara la situación a la que se vivió durante la pandemia de Covid-19.

La afectación estructural de los centros también fue muy variada. Los que quedaron mejor parados pudieron regresar a la actividad tras un mes de duro trabajo de limpieza, generalmente ejecutado por las familias y la comunidad educativa. Muchos otros, con menor suerte, tuvieron que ser reubicados en otros centros, a los que los alumnos se desplazaban con un servicio de autobuses.
De entre toda la casuística de incidencias, hay ocho centros que son los que, sin duda, se llevaron aquel día la peor parte, ya que los edificios sufrieron tantos daños estructurales que fueron declarados en ruina y quedaron pendientes de derribo. Unos 4.000 alumnos están adscritos a estos centros.
Se trata del CEIP Carme Miquel, en El Raval de Algemesí, y el CEIP Blasco Ibáñez, en Alginet, ambos en la comarca de la Ribera Alta; el IES Alameda, en Utiel, comarca de Requena-Utiel; el CEIP Orba de Alfafar, el IES Berenguer Dalmau, en Catarroja; el CEIP Horta, en Paiporta, y la escuela infantil Ausiàs March y el CEIP Lluís Vives, en Massanassana, todos en la comarca de L’Horta Sud.
Promesas incumplidas
Fuentes de la comunidad educativa consultadas explican que desde la Conselleria de Educación se les aseguró que los alumnos desplazados de sus centros podrían volver a dar clases en ellos después de las vacaciones de Pascua, con la habilitación de aulas prefabricadas. No fue así. La gran mayoría, de hecho, acabó el curso en el centro donde habían sido reubicados.
En junio, Mazón volvió a repetir la promesa, pero ahora en público y con un tono solemne: todos los alumnos de los centros afectados comenzarían en septiembre el nuevo curso en sus centros, con la habilitación de aulas prefabricadas. Mazón dio una fecha concreta —el 8 de septiembre— y una cifra —el 100%—. A unos días de la vuelta al cole, José Antonio Rovira, el conseller de Educación, ha vuelto a matizar la promesa: unos 600 alumnos verán retrasado el inicio de curso mientras se acaban de acondicionar las aulas prefabricadas.
Este anuncio no ha cogido por sorpresa a las familias de los centros afectados, antes al contrario. En junio, poco después del anuncio de Mazón, Rubén Pacheco, presidente de la federación de familias FAMPA València, aseguraba en declaraciones a Público que “nadie se cree” la promesa de Mazón sobre que todos los alumnos afectados por la DANA volverán a estudiar en sus municipios el próximo curso.
No se equivocó Rubén Pacheco. De hecho, la rectificación de facto de conselleria se producía como respuesta a una denuncia de STEPV-Intersindicat, el sindicato mayoritario en el sector, que describía la situación en los días previos al inicio de curso como de “abandono total” de las comunidades educativas por parte de la conselleria y, así mismo, planteaba dudas sobre el cumplimiento del calendario.
Sin protesta, no hay escuela
En general, las comunidades educativas tienen la sensación de que la conselleria actúa siempre como reacción a sus denuncias, pero no se sienten acompañados ni escuchados. Carlos Moreno, educador de la escuela infantil Rabisancho de Alfafar, ubicada en el barrio del Parc Alcosa y vinculada al CEIP Orba, explica todo un historial de tiras y aflojas que podría representar perfectamente el periplo vivido en otros centros.
Después de la DANA, la escuela infantil quedó muy tocada, pero, a diferencia del CEIP Orba, no haría falta derribarla para construir un nuevo edificio. Moreno explica que, de hecho, se les aseguró que, para final de año o después de Navidad, los niños podrían volver al centro a seguir el curso en aulas prefabricadas. Mientras tanto, serían reubicados en el CEIP Sant Ignasi de Picassent.
No fue así. El curso avanzaba y las promesas se incumplían. La comunidad educativa del Rabisancho protestaba. En una de estas movilizaciones, anunciaron una concentración frente al solar donde se preveía que se ubicaran las aulas prefabricadas, precisamente para denunciar que no se había colocado ninguna. En vísperas de la protesta, se colocó una aula. Pero así se quedó. Sin más.
En la escuela infantil Rabisancho, como en el CEIP Orba, tienen muchas dudas que el curso podrá empezar el día marcado. De hecho, aún no han podido entrar a su centro, ya que aún no se ha emitido el certificado de fin de obra. Una de las actuaciones que se debían de llevar a cabo era la retirada del techo de amianto. Moreno desconoce el estado en que se encuentra y alerta de la incertidumbre que esto provoca.

Dos de tres en Massanassa
Massanassa es una de las localidades más afectadas. De los tres centros educativos que hay en el pueblo, dos tienen que ser derribados y construidos de nuevo: la escuela infantil Ausiàs March y el CEIP Lluís Vives. Según denuncia STEPV-Intersindical, la conselleria aún no ha comunicado ni la fecha de inicio del curso para estos centros. De hecho, desde el sindicato apuntan que “al ver el retraso con el que avanzan las obras, hay dudas de que el curso pueda empezar antes del final de mes o, incluso, en octubre. El ayuntamiento ha cedido un espacio de gimnasio a cada una de las escuelas, que no disponen de ordenadores, impresoras, conexión de wifi para ir avanzando faena y por ello el profesorado se tiene que reunir en el polideportivo”.
En este sentido, el AMPA de Lluís Vives y Ausiàs March denuncia que las obras de las aulas prefabricadas “siguen en una situación muy preocupante, con elementos indispensables aún sin finalizar” y que “no se ha recibido ninguna notificación oficial sobre la fecha real de inicio del curso ni alternativas para las familias”.
Es por ello que han convocado un acto de protesta para el día oficial del inicio de curso, es decir, el lunes, 8 de septiembre, a las 9.00 horas, en que se leerá un manifiesto y, más tarde, a las 10.00, FAMPA-València realizará una rueda de prensa para informar sobre el inicio del curso 2025-2026. Tras la rueda, las familias se dirigirán a la puerta del Ayuntamiento de Massanassa para leer nuevamente el manifiesto.
Siguiendo la misma tónica que explicaba Carlos Moreno para la escuela infantil Rabisancho de Alfafar, Alex Caraval, de la asociación de familias que agrupa la escuela infantil Ausiàs March y el CEIP Lluís Vives de Massanassa, también comparte la misma sensación de no solo no sentirse acompañados por conselleria, sino de que esta siempre actuaba, cuando lo hacía, a remolque de sus denuncias.
Caraval pone como ejemplo que la ubicación escogida inicialmente para las aulas prefabricadas donde se instalaría el centro provisional era un descampado donde se fueron depositando centenares de coches que la barrancada se había llevado por delante. Un solar de aquellos que se hicieron famosos por haberse convertido en un cementerio de vehículos, unos amontonados encima de otros. Con las correspondientes filtraciones de combustible, químicos, grasas, etc. ¿Era el lugar más adecuado para un centro de infantil y primaria?
La comunidad educativa se movilizó y consiguió que el ayuntamiento, como explicaba el comunicado del STEPV-Intersindical, cediera las instalaciones de un polideportivo, con lo que, además de poder disfrutar de una pista que no se utilizaba como patio, también disponen de otras instalaciones necesarias para una escuela de estas características.
Se da la circunstancia, además, que el CEIP Lluís Vives es donde murió el operario que la Conselleria de Educación había enviado a realizar trabajos en el centro, a pesar de que el ayuntamiento ya había alertado del peligro de derrumbe en se encontraba el edificio.

Una escuela frente a un parque lleno de vidrios rotos
Las aulas prefabricadas en que se convertirá el CEIP Carme Miquel de El Raval de Algemesí se han comenzado recientemente a agrupar, pero ello no ha despejado las dudas en la comunidad educativa —antes al contrario— de que estén listas para empezar el curso en la fecha señalada. Además de falta de información, la sensación generalizada es de retraso respecto a lo previsto.
El edificio del colegio quedó en ruinas después de la DANA, pero su derribo aún está por ejecutar. El centro sufrió tal estado de abandono que se convirtió en un narcoedificio. Si bien se tapió, no se actuó en el parque y en el patio de la guardería, que justo queda enfrente de las aulas prefabricadas que se convertirán en el nuevo colegio. Esto supone un riesgo evidente, ya que, a tan solo un par de pasos de su escuela, los niños se pueden encontrar con una zona abierta con vidrios rotos y todo tipo de peligros.
Las aulas prefabricadas se ubican en una zona un poco más alejada del río y un poco elevada, respecto al edificio del colegio. ¿Pero es suficiente? Si se volviera a repetir una DANA como la del octubre pasado, ciertamente no. Es el mismo caso de las aulas prefabricadas para el Ausiàs March y Lluís Vives de Massanassa: la zona también se inundó. El hecho de que los barracones además estén construidos con rejas en las ventanas no ayuda a tranquilizar a las familias, que explican que desconocen si conselleria ha tomado prevenciones ante inundaciones. Los retrasos, las prisas de última hora y la falta de información generan incertidumbre al respecto.
Vuelta a los barracones
“¿Quién me iba a decir que un día me alegraría por ver que mis hijos irían a una escuela en barracones?”. Esta es una pregunta que, llena de perplejidad, es recurrente entre las familias de los centros afectados. Las aulas prefabricadas —barracones, en el lenguaje coloquial menos aséptico— fueron la imagen de la educación valenciana durante las dos primeras décadas de los años 2000. Se convirtieron en algo habitual, cotidiano.
Si los gobiernos conservadores no apostaron por la educación pública como prioridad, el déficit crónico de financiación de la autonomía y la corrupción, con el escándalo de CIEGSA, la empresa pública creada para la construcción de centros educativos, hicieron el resto. Cuando el PP perdió la Generalitat, en 2015, había 27 centros educativos que aún se componían íntegramente de barracones.
En 2023, cuando el PP volvió a recuperar el gobierno de la Generalitat, después de dos legislaturas de gobiernos progresistas, aún quedaban barracones, pero los 27 centros que se componían íntegramente de ellos ya se habían construido. Por el camino, un buen número de valencianos cursaron toda su escolarización en barracones, desde el colegio al instituto.
Este miedo vuelve a las familias. En muchos de los centros afectados, de hecho, los barracones no llegan ahora, después de la DANA, sino que vuelven. Otro problema común que reportan las familias es que no hay fecha para que se ponga en marcha la construcción del nuevo centro. No tienen noticias al respecto y el derribo del antiguo empezó ya acumulando retrasos o, incluso, no tiene fecha tampoco. Si se hacen los cálculos, muchos se temen que sus hijos, una vez entren en los barracones, no saldrán hasta que no lo hagan también del centro. Y la historia se volverá a repetir.