La escritora que se reconcilió con su padre a través de los 10.000 libros que recibió en herencia
Aura García-Junco
Editorial: Sexto Piso
Año de publicación original: 2024
“Papá: me heredaste una biblioteca y un enigma. Yo que nunca juro, te hago un juramento: voy a tratar de entenderte, te voy a inventar para darte el entierro que no tuviste. Inician ahora nueve meses del luto de las palabras”.
A modo de novenario, Aura García-Junco transita el duelo por la muerte de su padre poniendo el foco en lo que le ha unido a él: los más de 10.000 libros que ha recibido en herencia y la literatura.
Dios fulmine a la que escriba sobre mí es un ejercicio de espeleología hacia lo más profundo de la autora y la relación con su padre (con su admiración y desprecio), sostenido por el amor a la literatura.
Un homenaje bibliófilo
“Solo tengo el lenguaje para embalsamar”, decía el personaje principal de Los días perfectos de Jacobo Bergareche en su intento de conservar el recuerdo, hacerlo perenne. Lo que hace la autora en este ensayo es amortajar el recuerdo. Y es muy bello que se acerque a la figura de su padre a través de su biblioteca. Un homenaje a la literatura, un libro de libros.
Iremos descubriendo los claroscuros de H. Pascal de la mano de este paseo por los recuerdos de su hija y las reflexiones a las que llega desde el recuerdo y la relectura de sus libros. En esta especie de obituario bibliófilo, la autora recuerda, citando a Irene Vallejo, que “tocamos un árbol cada vez que hojeamos papel”. Los libros se humanizan, recordándonos que están hechos de materia viva, y convirtiéndose así en un personaje más de la obra.
El libro está compuesto por nueve capítulos, como en la tradición funeraria de la novena
Dios fulmine a la que escriba sobre mí es una estantería, un ejercicio de archivo, como esos cajones de las bibliotecas que albergan fichas antiguas como tesoros. Son nueve capítulos, como en la tradición funeraria de la novena, que arrancan con un libro en torno al que reflexionan.
El formato es precisamente uno de sus grandes atractivos. Como ya hizo en El día que aprendí que no sé amar, Aura García-Junco vuelve a sorprendernos con un espíritu muy personal en su literatura. Esta vez no hay tachones en el Ars amatoria pero sí un texto acompañado de unas notas al pie donde nos regala una suerte de estilo libre, muy poético, para seguir ahondando en el trasfondo de un relato personalísimo.
“Somos nuestros recuerdos”
Dice la escritora que cuando dialoga con el fantasma de su padre, dialoga con su propio dolor. Y de eso va este libro. Es un diálogo abierto entre el recuerdo de su progenitor, una reconstrucción de quién fue y un alumbramiento, en consecuencia, de quién es ella.
Un abrupto cambio generacional les separa. Se nota, por ejemplo, en temas de igualdad de género. Nos deja entrever su comodidad cuando organizaba talleres literarios solo para mujeres y cómo reaccionaba ante acusaciones de violencia sexual a hombres de su generación.
Dice la autora que cuando dialoga con el fantasma de su padre, dialoga con su propio dolor
“Es curioso cómo pensé que en los últimos años de mi papá más que temer su muerte temí su vida“, leemos. García-Junco va tirando de un hilo que destapa verdades a veces incómodas sobre su padre. Ese hombre que emprendió un proyecto literario alternativo en México llamado Goliardos. Ese hombre que fue su mayor crítico cuando ella comenzaba a dar sus primeros pasos y que consiguió incluso que dejase de escribir.
“Me quedan aún muchas preguntas sobre cómo quiero contarme esta historia. O más aún, cómo quiero narrarme toda mi historia fuera de los límites de mi relación con mi papá. El garabato que soy debe ser pasado por otras palabras“. Este libro es asistir a un alumbramiento íntimo, el del relato que nace de esa relación tan tormentosa como vibrante entre padre e hija.