El día en que la Edad Media dejó de ser oscura: el historiador Seb Falk ilumina el mito
El mito, desmontado
No se queda ahí el origen del tópico. “Tras la Reforma, los protestantes, que querían despreciar a los católicos, propagaban que la época en que la Iglesia romana gobernaba había sido una era de superstición e ignorancia en la que quemaban a los heréticos y despreciaban y odiaban la ciencia y el conocimiento”. “Y es cierto que hubo episodios lamentables y que en una economía mayoritariamente de obreros y campesinos la educación no llegaba a todos ni era obligatoria -continúa Falk-, pero la Iglesia católica no era tan hermética como se ha dicho y apoyó la enseñanza y la fundación de universidades, donde calculamos que aprendieron un millón de estudiantes en Europa, que es mucho en aquella población relativamente pequeña”.
El libro, con figuras como Roger Bacon, Tomás de Aquino, Juan de Sacrobosco o Richard de Wallingford o los árabes Averroes y Avicena, destaca la labor de Alfonso X el Sabio, quien en sus 30 años de reinado impulsó la cultura y, en especial, la Escuela de Traductores de Toledo. “Fue más que un simple patrocinador -recalca-. Supo reunir a un equipo de científicos, a los más listos, no solo cristianos sino también musulmanes y judíos, que intercambiaban conocimientos y trabajaban juntos haciendo avanzar la ciencia”. Entre otros escritos propios, este intelectual y culto rey de Castilla encargó y supervisó a un selecto grupo de astrónomos “una obra maestra, las Tablas alfonsíes [1252], que explica cómo funciona el mundo, con conocimientos de Medicina, Navegación y Matemática pura. Se tradujeron a varias lenguas y se divulgaron por toda Europa. Sin ellas ni Copérnico ni Kepler, Galileo o luego Newton habrían podido hacer sus avances”.
“Westwyk tuvo una vida algo aventurera pero no tan fuera de lo normal. Era un joven de fuertes inquietudes intelectuales”. Estudió en la escuela de la rica abadía de San Albans, en su pueblo natal, donde tomó los hábitos, en un monasterio remoto e inhóspito en Escocia, cerca del muro de Adriano, donde profundizó estudios astronómicos y, en 1382, se unió “a una cruzada, donde contrajo disentería. Son vivencias que me permitían hablar de temas diversos como navegación o medicina”, resume el historiador sobre este religioso que legó manuales científicos y de astronomía como ‘La computadora de los planetas’ y fabricó y perfeccionó un equatorium, un instrumento para calibrar las posiciones de los planetas.
Habla también Falk del Atlas catalán, el primer mapamundi que representó la Rosa de los Vientos, escrito en esta lengua hacia 1375 en Baleares, “centro del comercio mediterráneo y de intercambio de culturas e ideas”. “En Catalunya, el monasterio de Ripoll era conocido por sus relojes y astrolabios y recibía la visita de monjes del resto de Europa que aprovechaban para copiar y traducir sus obras”, afirma. Con el latín como idioma común, los científicos religiosos iban de un país a otro a estudiar o dar clases en universidades. “El mundo científico era muy internacional”.