Icíar Bollaín dirige ‘Soy Nevenka’, la película sobre la primera denuncia por acoso sexual de la política española
Cuando en el año 2001 estalló el caso Nevenka, Icíar Bollaín (Madrid, 1967) acababa de ser madre por primera vez. “Estaba un poco a por uvas”, recuerda. Por eso, en un primer momento, la directora madrileña no siguió el escándalo desatado en Ponferrada cuando la joven concejala denunció al alcalde de la ciudad, Ismael Álvarez, por el acoso sexual al que la había sometido durante su breve etapa en el ayuntamiento. Fue más tarde, a raíz de una columna de Juan José Millás en El País y el posterior libro del escritor sobre el tema, cuando pudo conocer bien aquella historia que hizo sonrojar a una España que de repente se dio de bruces con un machismo estructural y sin complejos arraigado con fuerza, y que se pudo ver claramente en el apoyo a Álvarez por parte de muchos de sus vecinos o en la actitud de sectores importantes del periodismo, la política o la judicatura.
Veinte años después de aquello, Bollaín estrenaba en 2021 su película ‘Maixabel’, sobre la relación de una víctima de ETA con uno de los asesinos de su marido, casi al mismo tiempo que Netflix lanzaba el documental ‘Nevenka’, producido por Newtral. Ambos títulos ilustraban la fuerza que puede tener el audiovisual, trabajado con tiempo y perspectiva, para adentrarse en asuntos de la realidad sociopolítica y la historia de un país, algo que siempre se le ha dado bien a Bollaín, y los productores de la película, Koldo Zuazua y Juan Moreno, propusieron a la directora que su siguiente proyecto fuese precisamente ese, el de llevar al cine la historia de acoso a la concejala ponferradina.
No se lo pensó demasiado. A pesar de que aquel caso había llenado páginas de periódicos y miles de minutos de televisión en su momento, y de que había vuelto a revivir con un documental del que todo el mundo hablaba dos décadas después, tuvo claro que abordarlo desde el territorio de la ficción ofrecería una nueva perspectiva. “Quería ayudar a que el espectador sintiera ese acoso, ese viaje que hace Nevenka. Esa especie de terror psicológico en el que se va encontrando: puedes meter al espectador ahí y después sacarle, porque ella sale, y el público con ella. Ese viaje hacia la dignidad también lo hace el espectador: nos emocionamos con ella cuando su madre dice: ‘estamos contigo’. Eso es lo que aporta la ficción, entrar en esa tesitura”.