Miqui Otero: “Pensar que eres especial y los demás son idiotas es absolutamente reaccionario”
Un poco abrumado por la etiqueta de ‘cronista de Barcelona’ que se le adjudicó tras el éxito de su anterior novela, ‘Simón’ (Premio El Ojo Crítico 2020), Miqui Otero cambia de paisaje, de punto de vista y de editorial en ‘Orquesta’ (Alfaguara), palpitante relato coral de una verbena de verano en una aldea gallega que convoca a una serie de personajes muy distintos unidos por la tierra, los secretos y las canciones. El resultado es un derroche de talento y de empatía.
Sí, soy muy consciente de que aquí me he apartado de lo que había hecho hasta ahora. Mis tres primeras novelas (no cuento ‘La cápsula del tiempo’) las veo como tres ‘matrioskas’, de la más pequeña, ‘Hilo musical’, a la más grande, ‘Simón’; tres libros que parten de un personaje cuya historia íntima arrastra otras inquietudes, de carácter social normalmente. En ‘Orquesta’ la intención era desmarcarme de eso, no hacer una muñeca más grande sino irme a una cosa muy diferente.
¿Más madura? ¿Mejor?
Por primera vez renuncia a tener un personaje central y reparte el protagonismo entre los miembros de una comunidad.
Un lugar que es un valle gallego muy parecido a aquel del que marcharon sus padres hace 50 años para ir a Barcelona.
¿Le pesó que ‘Rayos’ y ‘Simón’ fueran leídas como novelas sobre Barcelona?
De todos modos, en ‘Orquesta’ hay una desmitificación de esa idea de la vuelta al pueblo.
“El pasado o es ingenuo o es terrible”, escribe en un momento de la novela. Y, sin embargo, considera que la nostalgia no tiene por qué ser algo nocivo.
Uno de los secundarios de ‘Orquesta’ es un escritor barcelonés llamado Miguel que se parece mucho a Miqui Otero…
Miguel se pasa la novela mirando a los demás personajes, sin juzgarlos pero tratando de entender por qué hacen lo que hacen para contarlo después. ¿Es esa su manera de estar en el mundo?
“No hay gente mala sino gente que hace cosas malas”, dice uno de los personajes.
En cierto modo ese es el fundamento de las subculturas juveniles, ¿no?
Hay quien utiliza la defensa de lo común, de lo popular, como una manera de estigmatizar al diferente.
En ‘Orquesta’, aparecen diversas voces narrativas, pero la más importante, también la más sorprendente, es la de la propia música.
¿No es la orquesta de baile el mínimo común denominador de la música popular?
Aun así, quizá la canción más relevante en la trama es ‘That summer feeling’, de Jonathan Richman. No es algo que tocaría una orquesta.
No, no, ahí entran mis gustos personales, claro. Es innegable que hay canciones que te emocionan más porque de alguna manera las has encontrado tú, aunque no estuvieran muy a la vista. Pero yo admiro mucho esa falta de prejuicios con la que los jóvenes hoy entran en la música, mezclando cosas muy ‘mainstream’ y cosas muy ‘underground’. Y después hay una cosa casi física; yo escucho ‘La ventanita’ y me emociono, y tengo que ser consecuente con eso. Al final, la música popular nos llega porque nos dice lo que sentimos. Y en esa expresión de los sentimientos todo es válido. Yo esta revelación la tuve un día que escuché [la canción de Boston] ‘More than a feeling’ y pensé: “exacto, es ‘more than a feeling'” [risas].
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