Nadia Tereszkiewicz, la actriz más en forma del cine francés se deja la barba
Inspirada en Clémentine Delait, posiblemente la más ilustre mujer barbuda que jamás existió, Rosalie se se niega a ser considerada un monstruo pese a la presión que ejerce sobre ella la estrechez de miras de la Francia de provincias del siglo XIX. “Tuve que pelear no solo para la aceptación de mi personaje en la sociedad de su época sino también para aceptarme a mí misma, porque al principio de la filmación ni siquiera me atrevía a dejarme ver por el resto del equipo”, añade la actriz. “Y creo que eso prueba la relevancia de lo que la película dice en contra de los prejuicios que se imponen sobre el cuerpo femenino y en favor de la tolerancia”.
A lo largo del rodaje, para meterse en la piel de Rosalie, Tereszkiewicz tuvo que enfrentarse a casi cinco horas diarias de maquillaje durante las que miles de pelos le eran pegados uno a uno en el rostro y el cuello hasta componer una barba frondosa. “Era un ritual tedioso pero muy positivo, porque me ayudaba a apropiarme del personaje. Las transformaciones corporales resultan muy útiles para una actriz que, como yo, se enfrenta a su trabajo a partir de lo físico; en general, trato de capturar la psicología de mis personajes sobre todo través de sus gestos y posturas. Seguramente es el efecto de mi pasado en el mundo de la danza”.
Nacida para bailar
Tal vez lo más chocante de la trayectoria seguida por la actriz es que, prácticamente hasta que empezó a tener éxito en el cine, ni siquiera se había planteado realmente la posibilidad de dedicar su vida a ello pese a que no solo nació en Cannes, sede del festival de cine más importante del mundo, sino que podría decirse que le debe su nombre de pila al certamen francés: sus padres –él, director de márketing de origen polaco; ella, profesora de pilates finlandesa– lo eligieron en homenaje a la joven heroína de ‘Quemado por el sol’, la película de Nikita Mikhalkov que en 1994 obtuvo allí el Gran Premio del Jurado; Nadia es el diminutivo de Nadejda, que en ruso significa esperanza. Durante la infancia y la adolescencia, decimos, Tereszkiewicz dedicó su atención exclusivamente a otra cosa: bailar.