Letiziamanía: de amenaza para la monarquía a la última esperanza para la Corona
Cuando todavía no se habían dado el “sí, quiero”, Felipe Juan Froilán de Marichalar y Borbón se dedicó a patear a una de sus primas y molestar los demás niños invitados a la boda mientras sus padres miraban al muchacho con simpatía y le reían las gracias. Por su parte, aunque los novios habían afirmado que no se irían de luna de miel por respeto a los fallecidos del 11-M, emprendieron un viaje de ensueño contratado en secreto por el suegro a través de su amante. Por último, antes incluso de que se subieran al avión, las columnas de opinión, las tertulias y la ciudadanía comentaban el aspecto de los invitados, cebándose con extrema crueldad en los abuelos de la novia, a la que también se le afeaba su origen plebeyo, su profesión de periodista, haber tenido otras parejas, ser divorciada o reclamar un derecho tan básico como el de no ser interrumpida por su futuro esposo durante la comparecencia tras la petición de mano.
Del mismo modo que Martín Bianchi se debate entre esa contradicción generada por el racionalismo republicano y el sentimentalismo monárquico, la corona española se debate entre la incoherencia que supone operar en estructuras de poder contemporáneas con unos conceptos arcaicos y medievales. Una situación para la que ha sido clave la figura de Letizia Ortiz.
Conexión con la realidad
“En España, donde los poderes tienen que llegar a acuerdos para poder gobernar, existe una institución, la jefatura del Estado, que no tiene que recabar ningún consenso porque es hereditaria y no está sometida a las urnas. La única persona de esa institución que no forma parte de ella originalmente, es Letizia que, además, es la única que, hasta los 30 años, pagaba su hipoteca, iba al supermercado… A día de hoy, todavía tiene esa conexión con la realidad, con esa sociedad que no llega a fin de mes, que tiene que hacer méritos para progresar en su vida profesional y es justamente por eso por lo que es una figura tan valiosa para ellos”, explica Bianchi, que destaca cómo esa contradicción entre tradición y modernidad está aún más acentuada por el propio actuar despreocupado, cuando no consciente, de los miembros de la familia real española.
Esa falta de empatía del juancarlismo para con el pueblo al que dice servir, fue la misma que sufrió Leticia y su familia al emparentar con la Familia real, la cual no se preocupó de proteger a los Ortiz-Rocasolano, quienes sufrieron el acoso de los periodistas, el escrutinio de los tertulianos, el escarnio de la aristocracia y hasta el trágico fallecimiento de uno de sus miembros.
Durante años, la sociedad española no fue consciente de las fallas emocionales de los Borbones o de sus ilegalidades. Presentados como un ejemplo a seguir, cuando se hicieron públicos los noviazgos de Isabel Sartorius y Eva Sannum, el entorno del rey Juan Carlos contribuyó a crear un ambiente adverso a dichas relaciones por considerar que no estaban a la altura moral del heredero.
“Letizia ha aportado muchísimo en el aspecto cultural. Es una persona que arriesga, que va a la Feria del libro y elige los títulos que se lleva, que suelen ser lecturas que buscan cosas más allá de lo consagrado. Lo mismo sucede en los premios Princesa de Asturias, en los que se están imponiendo otros perfiles, como más mujeres, o en las recepciones en Mallorca, donde se ha recibido a miembros del colectivo LGTBI por iniciativa de Letizia. Son cosas que parecen normales, pero que hasta que no llegó ella no sucedían”, explica Bianchi, que intuye que “si algo mantiene en el sitio a Letizia, más allá del amor a su marido y su familia, es esa curiosidad imprescindible para todo periodista. De hecho, aunque no ejerza la profesión, creo que es la periodista mejor informada de España“, se atreve a afirmar el escritor al que, aunque no le consta, tampoco le extrañaría que, en virtud de esa curiosidad, la reina ya haya leído Letizia en Vetusta.
“Mientras lo escribía, por un lado pensaba: ‘¿Le gustará o no?’, pero por otro tenía claro que no estaba escribiendo un libro para ella, sino para un lector que le interesase mi punto de vista crítico, no tanto hacia Letizia, que ya ha sido muy criticada, sino hacia España, hacia nosotros mismos. En definitiva, reflexionar si realmente hemos cambiado o si seguimos exigiéndole a Letizia una serie de cosas que no le exigimos a esa otra gente de su entorno”.
‘Letizia en Vetusta’
Martín Bianchi Tasso
Lengua de Trapo
120 páginas | 16,90 euros