Banderas, pancartas, kufiyas. Bilbao se vistió este miércoles de los colores de la bandera palestina para albergar la undécima etapa de La Vuelta. Una etapa con un final inesperado. No hubo un ganador. De hecho, solo uno de los ciclistas, el británico Tom Pidcock –tercero en la clasificación general– llegó a cruzar la línea de meta. Sin perder la oportunidad para lanzar un mensaje a los medios: «El ciclismo no tiene nada que ver con lo que está pasando». ¿Pero qué está pasando? Desde que empezara la competición deportiva, el pasado 23 de agosto, La Vuelta se ha convertido en el escenario de movilizaciones multitudinarias en favor de la causa palestina. En contra del genocidio de Israel. Con un objetivo claro: forzar la expulsión del equipo del Estado sionista, el Israel-Premier Tech.
«La cita de Bilbao ha sido todo un éxito», valoran los convocantes. La presión ejercida por los manifestantes forzó que la etapa finalizara a tres kilómetros de la meta, sin ganador oficial y tirando de los cronos de la montaña y el esprint intermedio. Pero hay algo más importante. Han conseguido colarse en los titulares de la prensa internacional. Y en una de sus secciones más populares, el universo deportivo. Dando voz a la resistencia palestina. «Llamando a las cosas por su nombre», matiza Lidón Soriano, activista de la Red de Solidaridad contra la Ocupación de Palestina (RESCOP) y doctora en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte. «Se acabó la complicidad con las políticas de apartheid, limpieza étnica y colonización que está desplegando el Estado de Israel en Palestina», incide la activista. «El deporte no puede servir de escenario para blanquear un genocidio«, denuncia.
«Es un caso de ‘sportswashing’ de manual. Deporte y política van de la mano», traslada Lidón Soriano
Desde la ciudad italiana de Turín hasta el municipio cántabro de Los Corrales de Buelna, los manifestantes, organizados en torno a la Plataforma para el Boicot Deportivo a Israel, han protagonizado pitadas, cortes de carreteras y todo tipo de acciones reivindicativas. «El boicot deportivo lo llevamos moviendo muchos años, pero nunca habíamos conseguido este nivel de coordinación, de seguimiento y, sobre todo, de impacto», refiere Soriano. ¿Cómo? ¿Por qué ahora? «Han coincidido una serie de elementos. Especialmente el nivel de brutalidad de la agresión que está cometiendo Israel sobre Palestina, utilizando el hambre como arma, lo que ha disparado la indignación de la gente«, apunta la activista. No es para menos. Según las cifras del Ministerio de Sanidad gazatí, de las casi 70.000 víctimas oficiales, al menos 370 han fallecido de inanición, 131 de ellas niños. También han tenido mucho que ver las posibilidades que ofrece el propio ciclismo. «Es un deporte que pasa directamente por las carreteras de los pueblos. La gente se ha ido sumando, a través de asociaciones locales o incluso por su cuenta», asegura la portavoz de la plataforma.
La acogida de las protestas ha sido desigual. Para unos, un ejemplo de solidaridad para la comunidad internacional; para otros, una forma de violencia injustificada. «Ayer la vuelta de España volvió a convertirse en el chivo expiatorio de un fanatismo de otro tipo, infinitamente menos peligroso que el etarra, pero incapaz igualmente de respetar las libertades públicas. Boicotear La Vuelta no es un acto democrático, es una manifestación más de radicalismo», defendía Jorge Bustos, subdirector de El Mundo, en el espacio radiofónico de la COPE. En la misma línea -y la misma cadena- se había pronunciado el comentarista deportivo Juanma Castaño: «Estoy convencido de que había algunos de los que llevaban banderas palestinas que estaban celebrando el asesinato de guardias civiles, de concejales, de policías o de militares». Una postura antagónica a la defendida por el periodista Manu Carreño en el programa El Larguero, de la Ser. «La gente se ha atrevido a hacer lo que no se atreven a hacer los organismos internacionales del deporte«, señalaba el presentador.

Pero el debate ha trascendido más allá de los medios de comunicación. Alcanzado a los propios corredores. «La sensación es un poco de incertidumbre. Pero hay que dejar una cosa clara: ninguno de los otros 22 equipos ha pedido por el momento -como parecen insinuar algunas informaciones- que se excluya al equipo de Israel. Tampoco han dado señales de barajar la posibilidades de retirarse», afirma Juan Clavijo, comentarista de Eurosport. Donde sí han emergido las dudas sobre la participación del conjunto israelí ha sido en el núcleo mismo de la organización de La Vuelta. Este miércoles, Kiko García, director técnico de la carrera, ponía sobre la mesa una posible retirada voluntaria del equipo hebreo. «Solo hay una solución ahora mismo. Que el equipo asuma que estando no facilita la seguridad de todos los demás», dejaba caer en declaraciones a la Ser.
No tiene pinta de que vaya a pasar. «Si abandonamos aquí, sabemos que en cada carrera a partir de ahora seríamos el objetivo. Sería el cierre del equipo», ha declarado ante los medios el director del conjunto israelí. «¿Qué hacemos con las 180 familias que trabajamos para hacer este deporte?», ha lanzado al aire. Desde la Plataforma para el Boicot Deportivo a Israel responden tajantes. «Cuando un profesional ficha por un equipo deportivo cuya insignia es el nombre del Estado que perpetra un genocidio y cuya bandera lleva en el maillot, sabe lo que hace. Está aportando su cuerpo y esfuerzo para representar a ese país«, indica su portavoz. «Y más con todas las noticias que están saliendo sobre el dueño del equipo, un multimillonario amigo de Netanyahu que ha declarado públicamente que su objetivo es blanquear las políticas de Israel», añade Soriano con indignación.
Las protestas –insisten desde la plataforma- se encuadran en el marco de la resistencia pacífica. «Quitando algún momento puntual de gente presa de la indignación, todas las movilizaciones han seguido un protocolo. Para cortar las carreteras la gente va con chalecos, para que se les distinga bien. Y permanece inmóvil, sin actitud agresiva y nunca con la intención de tirar a los ciclistas«, asegura la activista. No se ponen en riesgo en ningún momento –insiste una vez más– ni la integridad física ni la seguridad de los deportistas. Los sindicatos de corredores no están tan seguros. «Lo que demandan los ciclistas, algunos de los que pueden estar incluso de acuerdo con el motivo de fondo de las movilizaciones, es prudencia y respeto», señala Clavijo. «Más que nada para evitar cualquier accidente que ponga en peligro, ya no a la caravana de La Vuelta, también a los propios aficionados», completa el comentarista deportivo.
«Los corredores no tienen responsabilidad en nada de lo que está pasando. Ni siquiera La Vuelta, Unipublic, tenía mucho margen de actuación. La exclusión de Israel es una decisión que depende de la UCI, la Unión Ciclista Internacional, que no destaca precisamente por su determinación», continúa el locutor. Un comentario al que Soriano añade algunos matices: «El propio reglamento de la Federación Española de Ciclismo, en su punto 6.a, incluye una cláusula por la que se puede echar a un equipo cuando se considere que daña la imagen de una carrera o del deporte en general. Y están ocurriendo las dos cosas». «Basta de echar balones fuera. Es un caso de sportswashing de manual. Deporte y política van de la mano», sentencia la activista. Que se lo digan al equipo de ciclismo ruso, el Gazprom-RusVelo, apartado de las competiciones internacionales poco después de la invasión de Ucrania.

No van a parar. «Seguiremos hasta que consigamos que Israel quede fuera de la carrera», aseguran desde la plataforma organizadora. Ya son públicas las convocatorias para las próximas seis etapas: tres en Asturias y tres más en Galicia. A través de las provincias de Lugo, Pontevedra y Orense. «Israel tendrá que pagar por sus crímenes de guerra y resarcir a sus víctimas. Seguiremos exigiendo que se cumpla íntegramente el derecho internacional«, concluyen los convocantes.