Año 1975. El Sáhara Occidental es una colonia española. Es más, el régimen de Franco la considera la provincia número 53. El dictador agoniza y durante varios meses los acontecimientos se suceden de manera frenética. En mayo, la ONU envió una misión al territorio y se encontró con manifestaciones organizadas por el Frente Polisario, movimiento de liberación saharaui creado años atrás.

En octubre, el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya condenó las pretensiones anexionistas de Mauritania y Marruecos sobre el territorio saharaui. España se comprometió a realizar un referéndum de autodeterminación. Por su parte, el rey marroquí Hassan II anuncia su intención de anexionarse el Sáhara Occidental mediante una manifestación de la población civil a la que denominó la Marcha Verde. A las personas civiles les acompañaban también las tropas. Una ocupación.
Cerca de 350.000 marroquíes se pusieron a disposición y comenzaron su ruta el día 6 de noviembre de 1975. Se cumplen ahora 50 años desde esta fecha, una de las marcadas en rojo en la memoria tanto de saharauis como de españoles. La historia de lo que sucedió después se resume en una salida de los militares españolas, la cesión ilegal del territorio, una cruenta guerra que provocó el exilio de miles de saharauis hacia el desierto argelino, la construcción de un muro por parte de Marruecos, una ocupación que continúa a día de hoy y la incapacidad de la ONU y la comunidad internacional de solucionar este largo conflicto.
Aquellas fechas de 1975 dejaron huella en muchas personas que lo vivieron en primera línea desde diferentes perspectivas. Público ha contactado con varios de los protagonistas de un suceso al que los saharauis llaman «Marcha Negra» y muchos de los militares españoles de la época califican de «traición» histórica hacia lo que entonces eran sus compatriotas.
La adolescencia en El Aaiún
«21 de julio de 1971. Me acuerdo perfectamente de ese día cuando pisé por primera vez El Aaiún». Son palabras de Fernando Íñiguez, periodista musical durante décadas en nuestro país. Su padre, Miguel, era militar y había sido destinado al Sáhara Occidental meses antes. Fernando tenía entonces 14 años y en su casa ya resonaba lo que era el territorio saharaui. «Teníamos todos amigos que habían estado, compañeros de mi
padre», explica. Miguel Íñiguez había hecho ya a mediados de los años 60 prácticas militares en la colonia española.
«Nos vamos para el Sáhara», les dijo su madre. Su padre ya estaba allí desde abril. Fernando, junto con dos de sus hermanos, se plantaron en el piso en el que ya habitaba Miguel. Lo que más recuerda Fernando de aquellos días es el contraste en el modo de vida entre un Madrid inmenso y la capital saharaui. «Estaba todo a menos de cinco minutos andando. Para mí fue un
sueño, era un paraíso porque en Madrid salía de mi casa a las 7 de la mañana y volvía a las 7 de la tarde», describe.
«Lo primero que hicimos fue ir a la piscina y al tercer o cuarto día ya estaba metido en el equipo de waterpolo y el de natación», recuerda. Ese primer verano Fernando ya hizo muchas amistades. En el instituto, mixto, había tanto españoles como saharauis. Y en ese contexto comenzó a frecuentar «guateques» en los que sonaban bandas como Pink
Floyd, Rolling Stones o Led Zepellin. «Hay canciones concretas de mi vida que cuando las oigo vuelvo allí», afirma. Una de ellas sobresale por encima de todas: Mamy Blue, de Los Pop Tops. Fernando vivió allí las «primeras veces» de cualquier adolescente en un ambiente diferente.

Tras tres años se marchó a estudiar periodismo en Madrid en 1974. A su padre le cambiaron de destino en agosto de 1975. «Ya se
hablaba de que el Sáhara había que entregarlo, no se sabía cómo», señala Fernando, que recuerda que de manera progresiva muchos españoles fueron abandonando el territorio ya un año antes de la Marcha Verde. Padre e hijo volvieron a El Aaiún en octubre de 1975 para un acto de condecoración a Miguel, que había ejercido nada menos de que Jefe del Estado Mayor en el Sáhara. Allí pudo comprobar cómo ya quedaba muy poca gente de los de antes, profesores incluidos. «Había una sensación de que iba a pasar algo», afirma.
«Había una sensación de que iba a pasar algo», recuerda Fernando Íñiguez sobre los días previos a la Marcha Verde
La Marcha Verde se fue concretando. «A mi padre le sentó mal, pero era muy militar y muy disciplinado», señala Fernando. En 2005 Miguel escribió un artículo en El País. «Muchos compañeros se sintieron frustrados. Este sentimiento colectivo de frustración lo recoge, mejor que ninguna otra forma de expresión, una afortunada y escueta frase cuando se procedió a dar cumplimiento a la orden recibida: se acató sin alegrías, pero se obedeció con la mayor disciplina«, relató entonces.
«Yo lo viví cabreado», resume Íñiguez. Su corazón y su relación con los saharauis hizo que participara en sus primeros años de carrera en Madrid en acciones de apoyo al Frente Polisario, como montar un puesto de venta de calendarios solidarios. «Mis compañeros de universidad me llamaban ‘Poli’, en referencia al Polisario», recuerda. Tras unos años de desvinculación, reconoce, volvió a unirse a la causa saharaui hasta el día de hoy. En su primer viaje a los campamentos de Tinduf en el año 1988 se reencontró con un saharaui compañero de clase. Él había sido guerrillero contra Marruecos. «Qué
vida tan diferente a la mía con lo parecida que fue cuando teníamos 14 años», reflexiona.

La visión de los jóvenes militares españoles
«Yo era
deportista y no tenía ni idea de lo que era el Sáhara, no sabía nada». Quien habla es Fernando Peraita al recordar cuando le destinaron a El Aaiún en 1974 a hacer el servicio militar obligatorio, la ‘mili’. Sus primeros recuerdos no son buenos. «Todos estábamos muy asustados», señala. Comenzó con la formación militar en el campamento de la playa. «Era una vida normal de soldado en un sitio que no
tenía nada que ver contigo. Tenía
la sensación de que te mandaban a un sitio que te decían que era España pero
tú no lo tenías tan claro», destaca.
Peraita comenzó a tener relación con algunos saharauis a través de jugar en el equipo de baloncesto. «No era una relación política con el Polisario», apunta. No fue hasta finales de septiembre de 1975 cuando comenzó a notar la tensión. «Hablaban de que si Marruecos iba a atacar El Aaiún, empezó a irse mucha gente joven, sabíamos que allí iba a pasar algo. Alguna vez tocaron alarma general y nos montaron en los camiones cargados de granadas, se decía que íbamos al frente, que Marruecos iba a atacar la frontera», recuerda.
A Peraita y sus compañeros les dieron la orden de rodear los barrios saharauis con alambradas. «Ahí ya sentí que íbamos a abandonar a
los saharauis y que el Gobierno iba a hacer alguna
jugarreta», afirma. «Los
militares, como siempre muy farrucos, decían que no, que iban a
defender al Sáhara hasta la última gota de sangre. Pero se veía una situación mala», añade. Peraita, por su puesto militar, recibía telegramas que apuntaban a los combates entre saharauis y marroquíes. «Me impactó mucho porque fue muy terrible saber que a los saharauis los estaban matando», apunta.
«Sentí que íbamos a abandonar a los saharauis y que el Gobierno iba a hacer alguna jugarreta», afirma Fernando Peraita
El 29
de noviembre a Peraita le tocó ir a buscar al
ejército marroquí a la carretera para escoltarles hasta el cuartel español. «Les metimos a nuestro cuartel y ellos
entraban por una puerta y nosotros por la otra», señala. El 1 de diciembre de
1975 lo montaron en un avión dirección a Las Palmas y desde allí regresó a Madrid. «Los oficiales estaban viviendo un momento de vergüenza
para ellos y la sensación era de humillación», recuerda.

Ya en España, Peraita comenzó su labor política en apoyo de la causa saharaui. Iba a manifestaciones y participó en las primeras asociaciones solidarias. Fundó también la organización Sodepaz y años después fundó la Asociación de Amistad del pueblo saharaui de Sevilla, de la que todavía hoy es presidente.
José Taboada o Pepe, como le conoce todo el mundo, tampoco tenía ni idea del Sáhara Occidental cuando le tocó ser destinado allí en 1974. Militaba ya en el Movimiento Comunista (MC), por lo que su conciencia política estaba activa. Por ello comenzó a tener contacto de manera clandestina con integrantes del Polisario con los que conversaba en lugares como los baños árabes. «Me preguntaban si creía que les íbamos a vender y entregar a Marruecos», recuerda.
«Nosotros le dábamos a los saharauis planos de las pistas, de los sitios de los pozos de agua, le dábamos cuestiones logísticas, zapatos, mochilas y hasta munición. Hacíamos todo lo posible para ya empezar a ayudar a las primeras células», explica. Llegado el momento de la Marcha Verde, incide en que no era una manifestación pacífica. «Era un teatro y detrás estaba ya enfrentándose el ejército marroquí a los primero comandos del Polisario. Un genocidio es lo que se intentó hacer con el pueblo saharaui que huían por el desierto y al que le bombardeaban con napalm y fósforo blanco. Hubiese sido exterminado completamente si Argelia no abre fronteras y les ayuda a entrar en su territorio», afirma.
Taboada habla de la «vergüenza» que sintió al dejar El Aaiún. «Los coches, las neveras, las televisiones de los canarios que llevaban muchos 30 años allí viviendo eran tirados en la bodega de los barcos. Era terrible ver cómo toda tu historia y tu patrimonio era metido por la fuerza en los barcos para llevarlo todo a Canarias», señala. Ante eso, hubo algunos oficiales que les dieron material también al Polisario. Taboada recuerda por ejemplo a Bernardo Vidal, «un gran capitán» de la Unión Militar Democrática «que ayudó mucho para el escape de muchos dirigentes saharauis».
«Un genocidio es lo que se intentó hacer con el pueblo saharaui que huían por el desierto», señala Pepe Taboada
A su vuelta a España no terminó su lucha política. «Desde el primer momento empezamos a hacer panfletos. Yo participaba en lo que podía, hacer reuniones y empezar a hacer charlas explicando que se estaba cometiendo un genocidio con un pueblo que vivía por el desierto», recuerda. La vida de Taboada ha estado marcada por el Sáhara Occidental. Ha sido presidente de CEAS-Sáhara durante muchos años, ahora lo es honorífico y el Frente Polisario le entregó la nacionalidad saharaui. En unos meses quiere publicar un libro con sus memorias.
El combate del Polisario y el exilio
Bachir Ahmed nació en Fuerteventura porque sus padres, saharauis, se habían trasladado allí. Pero al cabo de los años volvió al territorio saharaui. «La vida era tranquila y pacífica, la relación de la gente
era medianamente buena», recuerda. Destaca que «no había choques» aunque reconoce que los saharauis tenían los trabajos «más penosos» o que había desigualdades en el sistema educativo.
«La
ruptura real y donde el pueblo saharaui se conciencia de que es una
colonia, de que estábamos explotados y que España está allí por unos
intereses sucede el 17 de junio de 1970″, rememora Bachir. Aquel día, conocido como el «levantamiento de Zemla»,
las autoridades franquistas apresaron al líder de la recién creada Organización Avanzada para la Liberación del Sahara, Bassiri, tras una protesta que reivindicaba el derecho a la independencia de la colonia. Fue detenido y nunca más se volvió a saber de él. «Quien creó la conciencia nacionalista fue España», argumenta este saharaui.
La relación cambia poco a poco hacia la desconfianza. De hecho, Bachir recuerda que todos los saharauis que podían ir a estudiar a la universidad en Madrid, él fue en el año 1974, tenían que estar «controlados» en el mismo Colegio Mayor. El Polisario va cogiendo fuerza y en mayo de 1975 la ONU comprueba su fuerza. «El Gobierno español se queda fuera de juego. Con esa reacción del pueblo saharaui y del Polisario ya quedan noqueados», señala.
«Cuando hablo de esto me duele mucho porque fue una traición grande, gente que estaba contigo y que te decía que no te preocuparas porque todos éramos españoles. Los saharauis nos creíamos la promesa de España, confiábamos plenamente. Creíamos que España iba a celebrar el referéndum y que Marruecos no tenía
nada que hacer porque España estaba dispuesta a enfrentarse», destaca sobre la Marcha Verde.
«Cuando hablo de esto me duele mucho porque fue una traición grande», destaca el saharaui Bachir Ahmed
Tan convencido estaba Bachir de la promesa que volvió a matricularse en la universidad en Madrid. A finales de noviembre salió hacia el desierto como miles de sus compatriotas. Bachir vio cadáveres, a los niños y ancianos huyendo sin vehículos, de noche, de día, con frío y hambre y las bombas caer. Su teoría, como la de otros muchos, es que todo fue pactado desde años antes. Actualmente vive en las Islas Canarias y ha sido escritor, sindicalista y economista.
Daha Bullahi vive en los campamentos de población refugiada. Actualmente es presidente de la Asociación Saharaui de Víctimas de Minas (ASAVIM). Nació en 1959 en uno de los más antiguos barrios de El Aaiún, llamado «Lata». «Recuerdo que todos vivíamos una vida normal cada cual y su forma de vivir. Hay quienes vivían de la ganadería como beduinos, otros comerciantes, otros militares y los jóvenes entre estudiantes y obreros», señala.
Al igual que el resto de personas consultadas, confiaba en España «hasta la última hora» porque eso es lo que les hicieron creer. «Los soldados de la Legión nos confirmaban que Franco les había dicho que no pasaría ningún marroquí», explica. «Los saharauis en general vivimos terror, nos sentimos muy mal porque nadie se puso a nuestro lado», añade. Bulahi fue directamente a las líneas del frente de fuego después de recibir 45 días de instrucción breve por el Polisario. «Vi muchas cosas que nunca hubiese querido ver», señalaba hace unos años.
«Los saharauis en general vivimos terror, nos sentimos muy mal porque nadie se puso a nuestro lado», dice Daha Bullahi
Su vida la ha dedicado en los últimos años a tratar de limpiar las zonas minadas que hay alrededor del muro construido por Marruecos. Él mismo sufrió sus efectos al perder todos los dedos de una mano. «Mi trabajo consiste en la asistencia a los sobrevivientes de las minas terrestres con el fin de minimizar los traumas que sufren», apunta.

Las mujeres saharauis
«No recuerdo nunca haber visto pelear a un saharaui y un español», ejemplifica Suelma Beiruk. Actualmente es ministra de
Asuntos Sociales y Promoción de la Mujer de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). «Siempre recuerdo lo bien que se convivía entre
los españoles y los saharauis en aquel entonces», afirma. Al igual que otros saharauis sitúa el 17 de junio de 1970 como fecha importante. Metieron en la cárcel a varios familiares suyos, «injustamente» porque se manifestaron «pacíficamente».

«La gente empezó a tener conciencia de reivindicar sus derechos, se empezó a decir que queríamos ya que España se retirara. Queríamos ser independientes«, recuerda. «Puedo
poner la mano en el fuego de que la inmensa mayoría de los españoles no querían
dejarnos solos.
Esto se cocinó a nivel de Madrid y de
algunos oficiales y militares», añade. Beiruk ya comenzó a trabajar con otros estudiantes saharauis en la clandestinidad en torno al Polisario con tan solo 13 años.
A la actual ministra saharaui no se le olvida el día en el que Marruecos ya estaba cerca de su ciudad. Tenía 15 años y un bebé recién nacido. «Vi que delante de la casa de mi familia había un montón
de mujeres, de niños. En el camino se paró un coche, con militar español llamado Fernando. Con las lágrimas en los ojos me dijo: ‘Suelma, los españoles os han engañado, el ejército marroquí ya está aquí, ya están entrando en los cuarteles'».
«Queríamos ser independientes», incide Suelma Beiruk, actual ministra saharaui
«Me cuesta recordar. Me cuesta hablar de eso», reconoce Beiruk. «Me quedé como sordomuda,
asustada, no entendía nada. Corriendo hacia casa ya empecé a ver tanques
con banderas marroquíes. Eso es un trauma que dura hasta
el momento», recuerda emocionada en conversación con este medio. Con el bebé en brazos y de forma apresurada salió de su barrio hacia las afueras de El Aaiún. «Esa ha sido la noche más larga de mi vida y
creo que ha sido la más larga para todos los saharauis, escuchando niños llorando, gente preocupada, personas que caminaban en la oscuridad y los tanques y coches acercándose», recuerda.
Ya nunca volvieron a El Aaiún. El camino por el desierto fue largo y doloroso. La intención inicial, recuerda Beiruk, era quedarse en su territorio lejos de los bombardeos. «En el último momento se se acordó con Argelia que iba a ceder parte de su territorio para que la gente pudiera vivir mientras
hubiera guerra», destaca.
Las mujeres fueron clave para organizar los campamentos de población refugiada, al estar la mayoría de hombres luchando en el frente. «Se
recuerda con mucha tristeza pero también con mucha
fuerza de decisión, estábamos dispuestos a hacer todo para retornar», explica Beiruk. «Históricamente
la mujer saharaui ha sido siempre una mujer fuerte, una mujer que aporta a la
sociedad, una mujer que siempre ha tenido su papel importante. Pero de la noche al día nos encontramos ante una situación que no se conocía, empezar de cero a recibir a la población sin alimento, sin vestimenta, sin medicamentos, sin jaimas, sin casas, sin absolutamente nada», rememora. Beiruk destaca que nunca se olvidaron la enseñanza, ni en aquellos momentos.

Zahra Ramdam tenía también 16 años en 1975. «Los españoles respetaban las costumbres, la idiosincrasia y la cultura del pueblo saharaui. Eso era lo más importante para nuestras familias. Tenía muchos amigos españoles y amigas.
Hasta hoy en día tengo amigos españoles de esa infancia», señala.
«En mayo de 1975 yo era ya militante del Frente Polisario y participé en esas manifestaciones cuando la Comisión de Investigadora de la ONU que recorrió todo el Sáhara para ver in situ qué es lo que quería el pueblo saharaui», explica. «Recuerdo perfectamente la salida de España, fue abrupta porque de la noche a la mañana se traicionó al pueblo saharaui, se entregó de manos y pies a una invasión y a una ocupación. Lo recuerdo con mucha tristeza, con mucho dolor. Lo que menos esperábamos es que España nos traicionara, sobre todo después de que el príncipe heredero de entonces, el actual emérito, se comprometiera solemnemente. Después de 50 años seguimos sufriendo las consecuencias de esta ocupación, de esta invasión», explica.
En su caso concreto, Ramdam no estaba presente en el territorio cuando llegó Marruecos. Tenía que hacer una prueba estudiantil pero los catedráticos encargados los citaron en Canarias. «Cuando terminamos los exámenes en Las Palmas nos enteramos que los marroquíes nos iban a a encarcelar por ser miembros del Frente Popular», señala. Tuvo que llegar a Tinduf como pudo, pasando por Madrid y Argel. Cuando llegó a los campamentos, era verano de 1976. «Las condiciones eran infrahumanas, todavía las organizaciones internacionales no se habían afincado, todavía había personas huyendo de las zonas ocupadas y era una situación catastrófica», desgrana.
«Lo recuerdo con mucha tristeza, con mucho dolor. Lo que menos esperábamos es que España nos traicionara», señala Zahra Ramdam
«Las mujeres jugamos un papel muy importante en organizar y administrar los campamentos. Tuvimos que llevar a cabo una gran campaña de alfabetización y también jugar en la sanidad y en los diferentes campos sociales un papel muy importante», señala Ramdam, que destaca que las mujeres saharauis «rompen con los estereotipos occidentales de la mujer árabe y musulmana». Actualmente reside en España, donde fundó en 2002 la Asociación de Mujeres Saharauis en España.

¿Autonomía?
Coincidiendo con este aniversario, la pasada semana el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó una resolución impulsada por Donald Trump que considera por primera vez la autonomía como base para las negociaciones. Una solución que rechazan todos los consultados para este reportaje. «No entiendo por qué el futuro de un pueblo
tiene que estar en un despacho lejano y ajeno. ¿Por qué lo tiene que decir
Trump, Macron o Sánchez?
Lo tendrán que decidir ellos», señala Íñiguez.
Peraita, que ha estado en los campamentos justo durante esos días, resalta que había «preocupación» y por eso se produjeron manifestaciones. Pero afirma que la determinación de los saharauis es «continuar luchando». «Es un intento de abandonar el derecho internacional y hacerlo girar hacia un problema interno de Marruecos», reflexiona Taboada.
«La
lucha del pueblo saharaui no se acaba con que Trump dé unas órdenes o
Macron o Pedro Sánchez. No mientras haya un saharaui
va a seguir la causa», comenta Bachir. «El pueblo saharaui sigue convencido de que va a
por su independencia, a retornar a su país y a ser libre», apunta Beiruk. «Es otra violación del derecho internacional pero también viene de los aires del trumpismo que se está respirando en todo el mundo. Es lo que ha alentado a Marruecos y a Israel en Gaza y a Marruecos en el Sáhara Occidental de tratar de legitimar su invasión», apunta Ramdam.