Stephen King, medio siglo siendo el rey
Parece ser que años atrás, mientras Stephen King visitaba un colegio de educación primaria, un alumno levantó la mano y le preguntó: “¿Alguna vez tiene usted pesadillas?”. Él permaneció pensativo unos segundos y luego, sonriente, contestó: “No, yo os las doy a vosotros”. Y posiblemente no haya forma más concisa que esa de definir el papel que King desempeña en la cultura popular. Si algo es aterrador, él seguramente ha escrito sobre ello. Un payaso asesino que cambia de forma. Una gripe capaz de despoblar el planeta. Un marido armado con un mazo -sí, un mazo y no un hacha-, dispuesto a aplastarle el cerebro a su esposa. Vampiros, perros rabiosos, niños poseídos y otras cosas que, sí, se instalan en nuestro inconsciente y ahí se quedan.
Sin duda la madurez ha tratado al libro, cuya influencia es reconocida unánimemente, mucho mejor de lo que la pubertad trató a su protagonista. Torturada por la fanática religiosa a quien tiene por madre, furiosamente humillada por el resto de estudiantes y el conjunto de la ciudad, Carrie se transforma en un ángel de destrucción al descubrir su sed de venganza y sus poderes telequinéticos. La joven, en efecto, es una villana, pero eso no le impide provocar un malévolo regocijo en el lector mientras desata su ira. Es en buena medida gracias a ello que en su día se convirtió en icono cultural igual que otros ángeles y demonios creados posteriormente por King como Pennywise, Annie Wilkes, Jack Torrance y Andy Dufresne.
‘Carrie’ tiene 272 páginas, que primero establecen una espesa atmósfera de amenaza y luego van aumentando la tensión dramática de camino hacia un final absolutamente explosivo. Es un libro tal vez no tan pavoroso como otros de su autor, como ‘Cujo’ o ‘El cementerio viviente’, pero sí más que la por otra parte excelente película homónima que Brian De Palma dirigió en 1976 basándose en él y, por supuesto, que la fallida adaptación cinematográfica protagonizada por Chloë Grace Moretz y Julianne Moore en 2013.