Javier Castillo: “Escribir bien es sólo una de las 25 cosas que tiene la literatura”
Charlamos con Javier Castillo (Mijas, 1987) en la terraza del Hotel Only You el día en que se lanza ‘La grieta del silencio’, su octavo libro y el que cierra su trilogía protagonizada por la periodista Miren Triggs. Asegura que cada 30 segundos le llega una notificación al móvil por algún comentario en sus redes sociales de lectores y amigos. Y es que muchos, muchísimos (dos millones y medio de ejemplares despachados de sus historias) están pendientes de él, de su capacidad para ingeniar tramas tan adictivas como emotivas.
Siempre me gusta preguntarle por la opinión de la crítica a la que más respeta, su mujer, Verónica [la influencer @justcoco]. ¿Qué le ha dicho ella de ‘La grieta del silencio’?
Le ha encantado, dice que es la mejor de todas mis novelas.
Repasando mis entrevistas con usted, he comprobado que siempre le dice eso…
Bueno, es que espero ir mejorando [Risas]. El final le ha parecido precioso y mira que es un thriller de suspense en el que ocurren muchas cosas malas. Yo iba viendo cómo iba leyendo [Javier incluso subió un vídeo a sus redes sociales en el que su esposa estaba en pijama tumbada en el sofá leyendo el manuscrito] y era buenísimo, la lectura misma tenía ese componente de thriller: ella me decía “Oye, ¿y esto cuándo…?”, pasaba la página y decía: “Ah, vale, bueno, bueno”. Era todo el rato ese tira y afloja… Así que la verdad es que estoy muy contento de la reacción de mi gran crítica, súper orgulloso.
¿Cómo fue el momento en que puso el punto y final a ‘La grieta del silencio’, cuando se despidió de Miren Triggs?
Fue muy bonito, acabé llorando a moco tendido, me dejó destrozado. Me costó muchísimo decir adiós, cerrar todas las historias… Es como cuando te mudas: te cuesta porque has vivido en esa casa momentos preciosos pero a la vez necesitas ver qué viene ahora. Y ahí estoy: habiendo cerrado una puerta y esperando abrir una nueva, con muchas ganas de lo siguiente.
¿Es éste su libro más emotivo?
Sí, porque tiene mucho peso la historia interna de Miren, ese viaje en el que se redime de lo que le pasó. Ella ha probado distintas maneras de pasar página: en ‘La chica de nieve’ vemos cómo lo intenta a través de la venganza o de la obsesión, en ‘El juego del alma’ vemos cómo pasa página intentando sacrificarse en esa cruz y aquí es otro salto, el correcto para ella, y es muy emocional, muy duro pero muy bonito.