“No me siento intimidada fácilmente”
Es imposible pensar en el cine comercial de los 90, especialmente en la comedia romántica, género estrella en aquella década, sin encontrarse con la sonrisa y los gestos de Meg Ryan (Connecticut, 1961). Protagonista de ‘Cuando Harry encontró a Sally…’ (1989) y ‘Algo para recordar’ (1993), la actriz y directora fue una de las novias de América, si es que sigue teniendo sentido esa expresión. Las películas que protagonizó en aquellos años, algunas extraordinarias y lugar de seguro de los más nostálgicos, la convirtieron en uno de los rostros más populares y carismáticos de aquellos años, hasta el punto de encasillarla en un tipo de películas y personajes similares pero no siempre igual de interesantes. Aun así, sus dotes para la comedia, su indiscutible carisma y la cercanía de sus gestos y su sonrisa (también sus cortes de pelo) elevaban las películas que protagonizaba.
Nora, Diane, Jane
Meg Ryan dedica su película a la escritora y cineasta Nora Ephron, con la que trabajó en varias ocasiones. Además de ser guionista de ‘Cuando Harry encontró a Sally…’ y ‘Colgadas’ (2000), la dirigió en ‘Algo para recordar’ y ‘Tienes un e-mail’ (1998). Esa dedicatoria tiene todo el sentido del mundo: es imposible entender la filmografía de Ryan sin pasar por Ephron, sin tener en cuenta la inteligencia, el ingenio y la mordacidad con las que escribió algunos de sus mejores personajes y películas. “Hice cuatro películas con ella y fue una experiencia única –explica Ryan– Era una mujer con una energía muy especial. Ella encontró magia en las cosas de las que te acuerdas cuando estás en la cama a las cuatro de la mañana. Le estoy muy agradecida no solamente por la influencia que tuvo en mi carrera, sino también como amiga y mentora”.
Aunque es normal que anteponga la comunicación de ‘Lo que sucede después’, habría sido interesante saber más de su opinión al respecto, sobre todo por su veteranía en Hollywood y porque no toda su carrera ha sido un camino de rosas. Más allá de sus largos periodos alejada del cine, cuyas razones pueden ser infinitas y, en cualquier caso, suyas, es innegable que la industria, la crítica y el público (habrá excepciones en todos los ámbitos) se ensañaron con ella, muchas veces en términos muy machistas y misóginos, cuando protagonizó ‘En carne viva’, estupendo thriller sexual, a día de hoy de culto, con el que tomaba riesgos y dinamitaba la imagen que el mundo tenía de ella.
Meg Ryan relativiza con lucidez y elegancia aquel episodio. O quizá fue más fuerte ella que el escándalo: “Nunca pensé que me hubieran cancelado, y siempre estuve agradecida a estar cerca de Jane Campion y formar parte de su manera de pensar como artista. Es cierto que en aquella época me hicieron aquella famosa entrevista [se refiere a la desagradable entrevista que le hizo Michael Parkinson, periodista de la BBC, durante la promoción de ‘En carne viva’] que a día de hoy ponen en la universidad de Columbia como ejemplo de mala entrevista. Pero no me asusto fácilmente, no me siento intimidada fácilmente. Supongo que porque tuve la compañía de Nora, de Jane o de Diane, creadoras y creativas desde el corazón, que me han aportado tanto como artistas. Esas mujeres han sido para mí un ejemplo de cómo expresarse de forma inteligente y escoger bien las palabras. En un momento de dominación masculina, ellas tuvieron un poder muy concreto y supieron expresarse. En este negocio es importante saber expresarte bien”.
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