El futuro del deporte femenino tras el veto histórico de la FINA a los nadadores transgénero: ciencia, justicia y límites
La primera institución relevante en dar un paso al frente ha sido la Federación Internacional de Natación (FINA) que ha decidido vetar a aquellas nadadoras transgénero que hayan iniciado su tratamiento reductor de testosterona una vez sobrepasada la pubertad masculina.
Su caso, que no es el único, ha sido, sin embargo, el más sonado y el detonante para que la FINA pusiera el asunto sobre la mesa y llevara al consejo su propuesta, que fue aprobada por el 70% de los miembros.
El efecto llamada
La FIFA también se encuentra revisando sus normas acerca de los futbolistas transgénero y han asegurado que estudiarán “caso por caso” para atender a las particularidades.
El máximo organismo olímpico se ha pronunciado en más de una ocasión en pos de la inclusión y se han mostrado tajantes con la idea de que nadie sea discriminada por ningún motivo de sexo o género. Sin embargo, a la hora de dictar normas que regulen la presencia de deportistas transgénero, el COI recuerda que es competencia de cada deporte.
Debe tener en la ciencia el lugar donde ampararse para que la respuesta a esta pregunta satisfaga a ambas partes de la historia: ¿tienen las deportistas transgénero una ventaja biológica por haber nacido hombres pese a reducir sus niveles de testosterona?
La problemática que se plantea reside en lo injusto de que una mujer transgénero gane con cierta facilidad a una mujer biológica porque, pese al tratamiento, mantenga esa ventaja física que poseen los hombres de nacimiento. Por eso es necesario hallar la manera de proteger al deporte femenino y a la vez no cerrar a cal y canto la puerta a la inclusión: el límite está en la ciencia.
París 2024 está a la vuelta de la esquina y los preolímpicos del próximo año serán clave para entender una nueva realidad del deporte que de las federaciones depende que se gestione como debe: el asunto, desde luego, es urgente.