Capítulo inédito de ‘Obra maestra’, la novela de Juan Tallón sobre Richard Serra
Salman Rushdie, novelista. Mayo, 2014.
Así que esto es el otro ‘Guernica’, pensé para mí al ver la obra, de dimensiones igual de descomunales que la de Picasso, aunque según otra escala. Le pregunté al director del museo si podía tocarla, y antes de que dijese algo, ya la estaba rozando con la yema de los dedos. Me contaron su rocambolesca biografía. No se me abrió la boca de la sorpresa, francamente, aunque habría podido. Y no solo por la desaparición, sino precisamente por su presencia. La escultura estaba y no estaba, era copia y original. Ese tipo de debates estimulantes eran tan propios de la trayectoria de Serra, cuya vida estaba atada inevitablemente a la controversia, rica en acontecimientos polémicos, y siempre por motivos interesantes, que en parte es a lo que debe aspirar un artista.
Nada de este procedimiento fortuito y caprichoso es nuevo para mí. Me explico: en 1992, Richard se encerró en la Serpentine Gallery de Londres a realizar una serie de grandes dibujos en lienzo, diseñados específicamente para los espacios de la galería. La forma de cada dibujo, realizado con gruesas capas de pintura negra sobre lino belga, y cortado a medida in situ, estaba determinada por la naturaleza del suelo, la pared, las esquinas o el techo de la Serpentine. Era otra reivindicación del espacio y su recreación física a través del arte. «El lugar forma parte de la obra», dice siempre. Uno de los lienzos se tituló ‘Two for Rushdie’, cosa que me encanta, por supuesto, e incluía dos trazos asimétricos dentro de un espacio cuadrangular perfectamente simétrico.
¿Por qué ‘Two for Rushdie’? Ja. Esa es buena. El título le llegó en un momento en que pensaba en la división creada en su país por la revolución cultural impulsada por los republicanos, equivalente a la económica que había propiciado Reagan. Se acordaba del modo en que habían atacado y destruido ‘Tilted Arc’, y también arremetido contra Mapplethorpe y Serrano, y en cómo ese tipo de censura no era simple intolerancia, en realidad conducía a una represión del tipo que acabó amenazando mi vida. No era que la vida de los artistas estuviese amenazada en Estados Unidos, aún no, pero la derecha política había empezado a atacar a artistas, mujeres, homosexuales, y los derechos civiles se habían visto reducidos. «A menudo sucede», dijo, «que la obra de arte es utilizada como chivo expiatorio al servicio de una estrategia política que alguien proyecta sobre ella. Eso era un flaco servicio para todo el arte. Y eso era lo que le había sucedido a Rushdie». ¿Tenía la obra algo que ve con este hecho, o conmigo? No. Pero a mí sigue haciéndome muchísima ilusión que se titule ‘Two for Rushdie’.