El Barça recupera el puesto y el orgullo
También sería un error pasar por alto la actitud de Lewandowski, más aún cuando arrecian las críticas por su salario creciente y la conveniencia de mantener en la plantilla a un futbolista que este agosto se irá hasta los 36 años. Pues bien, el ariete polaco, que es un tipo profesional, pero sobre todo orgulloso, se pasó la noche presionando como si la vida, la pasada, la presente, pero también la futura, le fuera en ello.
Y bien que le vino al Barça que Lewandowski decidiera dejarse el alma como si le hubiera poseído el fantasma de Neeskens. El polaco fue en busca de un balón hasta el centro del campo, se retorció como una culebra entre dos rivales, y resquebrajó tanto la defensa donostiarra como el tedio para engendrar el gol inaugural. Gündogan entendió a su compañero, y Lamine Yamal, responsable del desenlace, no tuvo más que frotar la lámpara del genio y formalizar el 1-0. Mientras el adolescente homenajeaba el fútbol callejero de Rocafonda con sus dedos, Lewandowski alzó el mentón con gusto. Y se cargó de motivos para poner mala cara cuando Xavi lo sustituyó en el segundo tiempo.
La hiperactividad de Raphinha
La Real Sociedad, a un palmo del final del primer acto, se llevaba un sopapo que sólo podía haber temido ante un francotirador como Raphinha. Especialmente su primer remate, cuando recibió de cara en la frontal del área para sacarse un martillazo al palo.
Aunque el Barça, animal de costumbres, no encontraba la manera de cerrar el encuentro por mucho que Raphinha siguiera a lo suyo. El portero Remiro le sacó una rosca en el amanecer del segundo tiempo antes de que los donostiarras volvieran a las andadas. Gündogan se despistó en el momento más inoportuno y permitió a la Real Sociedad advertir un camino hacia el empate. El episodio pudo haberlo zanjado Brais Méndez, pero tras hacer lo correcto –un recorte que dejaba a todos en Babia–, no supo cómo dar la dirección adecuada al disparo. El balón rodó fuera ante la desesperación de Imanol.
La noche no iba a dar para muchas certezas, más allá del creciente pesar de Pedri, sustituido en el segundo tiempo, o el caótico desempeño de Cancelo, metáfora de una temporada que entre unos cuantos se han propuesto salvar. Especialmente Raphinha, al que le tocó dar sentido a ese VAR que funciona en diferido -reparó en una doble mano de Odriozola dos minutos después de la infracción- y cerrar de penalti una jornada de alivio. No parece poco en este tiempo en que uno sólo encuentra consuelo en el diablo.