Desde que apareció en la web de la revista People un extracto de su autobiografía, titulada The 10: A Memoir of Family and the Open Road [algo así como «La 10: Memorias de una familia y una carretera llena de posibilidades»], la Meca del Cine se ha quedado de piedra. La segunda de las hijas de Tom Hanks —ha tenido cuatro hijos: dos con su primera esposa y dos con la segunda— no se achantaba ante su pasado y hablaba desde una sinceridad completa de su turbulenta infancia, unos años que están marcados profundamente por su madre, Susan Dillingham, de quien cree que «sufría de trastorno bipolar no diagnosticado».
La honestidad visceral con la que retrataba en esas páginas la figura materna, que era conocida por su nombre artístico, Samantha Lewes, y que falleció en 2002, a los 49 años, debido a un cáncer de pulmón, ha sido muy aplaudida en los círculos literarios, porque Elizabeth ahonda en aquella época, que ella define, en resumidas cuentas, como «mucho más oscura y agresiva de lo que jamás había imaginado» no solo a través de los recuerdos, sino también narrando el viaje que emprendió en 2019 y que, durante seis meses, le llevó desde California hasta Florida, dado que con el libro no solo buscaba comprender mejor a Susan, sino reconectar con sus propias raíces norteamericanas, algo que consideraba que había perdido.
«Quería escribir un libro sobre Estados Unidos, sobre las historias que contamos por aquí: las dificultades, el desierto, el Sur Profundo… Necesitaba entender estas cosas porque en 1996 mi madre y yo fuimos en coche de California a Florida por la Interestatal 10. Y años después mi madre falleció, y todas las preguntas que tenía sobre ella —dónde nació, cómo se crio, qué le sucedió para que su vida tomara un rumbo tan turbio e inestable— se fueron con su muerte», explicaba Elizabeth en un post en su Instagram.
«Pero entonces encontré su diario y leí en sus páginas algo que me hizo volver a la 10. En 2019 me mudé a una furgoneta y, otra, emprendí aquel viaje por California, Arizona, Nuevo México, Texas, Luisiana, Misisipi, Alabama y Florida. 3950 kilómetros. Me preguntaba quién era de verdad mi madre, qué había soportado y qué aspectos de su vida solo tenían sentido en los rincones más inhóspitos de este lugar que llamamos Estados Unidos», revelaba la escritora, añadiendo que en ese camino habló «con muchos desconocidos en paradas de camiones, con artistas y guardias fronterizos» o con bailarines, guías de caimanes, vendedores ambulantes. «Por doquier veía que los cuentos e historias sobre de dónde venimos son inseparables de los cuentos e historias sobre quiénes somos», finalizaba.
Para retratar aquellos años, «llenos de confusión, violencia y prohibiciones», Elizabeth pone como ejemplo un episodio concreto, cuando con 14 años, tras los abusos físicos y emocionales, sintiendo que con la salud mental desquebrejada de su madre ellos habían quedado desatendidos, decidió que era el momento de mudarse, con su hermano Colin, junto a su padre y a su nueva pareja, Rita Wilson, ya que el intérprete y su primera esposa se habían separado en 1985 —y divorciado de manera definitiva dos años más tarde—, quedándose Susan con la custodia.
«El patio trasero se había llenado tanto de mierdas de perro que era imposible caminar por él. La casa apestaba a humo. La nevera o bien estaba vacía o bien llena de comida caducada. Mi madre pasaba cada vez más tiempo en su enorme cama, con dosel, absorta leyendo la Biblia. Una noche, su violencia emocional se tornó física, e inmediatamente me mudé a Los Ángeles», rememora en la autobiografía.
No hay que olvidar que, hace unos años, en el programa In Depth with Graham Bensinger, Tom Hanks ya admitió que se había llegado a sentir un fracaso como padre, sobre todo en los años posteriores a su divorcio. «Yo buscaba para mis hijos lo que yo no tuve de pequeño, pero un matrimonio roto era exactamente lo que yo mismo había sufrido a su edad. No pude haber sido un peor padre ni una peor persona», admitió.