a]:text-link-normal dark:[&_>a]:text-link-dark [&_>a]:decoration-1 [&_>a:hover]:underline [&_>a:hover]:text-link-hover [&_>a:hover]:decoration-2 [&_b_a]:text-link-normal dark:[&_b_a]:text-link-dark [&_b_a]:decoration-1 [&_b_a:hover]:underline [&_b_a:hover]:text-link-hover desktop:leading-relaxed break-words font-serif» data-original-text-size=»text-xl»>»Mafia o democracia», «organización criminal», «bandos nítidos como no se veía desde la época preguerracivilista», «momento crítico» y una España «en manos de los bajos fondos». El Partido Popular se ha inclinado por agravar sus adjetivos y enaltecer un discurso belicoso y agresivo contra el Gobierno de coalición liderado por Pedro Sánchez. Toda palabra se queda corta ante sus intentos de denunciar al Ejecutivo tras una serie de filtraciones desde el corazón de una Unidad Central Operativa (UCO) en guerra. Los populares no han necesitado evidencias sólidas y se bastan de declaraciones de personas sin relación probada con el Gobierno para agitar las calles con una nueva manifestación en Madrid el 8 de junio ante, lo que ellos ven (o quieren ver), como un Ejecutivo manchado de corrupción. Esta marcha será la sexta concentración desde que Feijóo no pudo gobernar y quedó como líder de la oposición. Desde el 26 de mayo de 2024, cuando el PP intentó movilizar a sus bases para acudir a la Puerta Alcalá, no intentaban un movimiento del estilo.
a]:text-link-normal dark:[&_>a]:text-link-dark [&_>a]:decoration-1 [&_>a:hover]:underline [&_>a:hover]:text-link-hover [&_>a:hover]:decoration-2 [&_b_a]:text-link-normal dark:[&_b_a]:text-link-dark [&_b_a]:decoration-1 [&_b_a:hover]:underline [&_b_a:hover]:text-link-hover desktop:leading-relaxed break-words font-serif» data-original-text-size=»text-xl»>Para Júlia Miralles, profesora de Ciencias Políticas en la Universidad Pompeu Fabra (UPF), la actitud del Partido Popular, inmerso también en pugnas por asentar sus bases ideológicas en un inminente Congreso Nacional, es «preocupante» por lo que genera a su alrededor. No es lo mismo que partidos «periféricos» como Vox abracen el populismo a que lo haga el PP, que forma parte de una de las dos grandes familias de la política europea. «Esta crítica y desprecio a las instituciones genera desafección y pone en peligro el sistema porque acaba menoscabando la confianza ciudadana», asegura la politóloga.
a]:text-link-normal dark:[&_>a]:text-link-dark [&_>a]:decoration-1 [&_>a:hover]:underline [&_>a:hover]:text-link-hover [&_>a:hover]:decoration-2 [&_b_a]:text-link-normal dark:[&_b_a]:text-link-dark [&_b_a]:decoration-1 [&_b_a:hover]:underline [&_b_a:hover]:text-link-hover desktop:leading-relaxed break-words font-serif» data-original-text-size=»text-xl»>Algo se rompió hace años en la política y la transformación de los discursos es buena prueba de ello. «Desde la Transición, en España teníamos la teoría de que el votante medio tiende al centro, por eso había una competición por las posiciones moderadas y esto definía al PP y al PSOE, pero esto ha cambiado», explica Miralles. La concatenación de crisis económicas, las nuevas tecnologías y el cambio de paradigma internacional encaminan los discursos hacia la polarización, de la que hay que responsabilizar «a los grandes partidos por fomentarla». Y en eso, Alberto Núñez Feijóo tiene gran parte de culpa: «No hay una excusa, es una decisión deliberada por parte de Feijóo, impulsada por una crítica interna que le pide ser más contundente y competir con la ultraderecha. Actualmente, el discurso más polarizador es también el más exitoso», sostiene la profesora. Lejos quedan los democristianos italianos que se abrían a pactos con los comunistas.
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