Un emocionado Carlos Alcaraz celebra su victoria en Roland Garros con la Copa de los Mosqueteros.

Se abrió el turno de noche y bajo el tímido telón estrellado de París se resolvería una final que parecía no llegar querer llegar nunca a término. Alcaraz, con inercia, rompió de inicio, confirmó y avanzó hasta ponerse el partido a tiro de la misma manera que su rival lo había hecho justo una hora antes. Se dio el mismo guion, pues Sinner logró la igualada y Alcaraz, aferrado al aura ‘nadalesca’ que habita en la central, se aferró a la tierra para forzar el super tie break.

Solo sus nervios habían perdonado a Sinner después de una remontada imposible. Se sabía ganador y Sinner, en verdad, también se sabía derrotado. Solo dos puntos hizo el italiano cuando el español completó los diez definitivos en su marcador.

Espalda a tierra de Carlos. Un corazón desgarrado en el pecho de la madre de Sinner. Lágrimas, otra vez, de un Ferrero incrédulo de su propia creación. Mirada perdida en la impávida mueca del derrotado. Habrá muchos más de estos enfrentamientos entre dos colosos con capacidad de condenar al olvido lo inolvidablemente logrado por el Big Three. Eso sí, el primero ya será por siempre para Carlos Alcaraz Garfia.